El Estado, es un organismo que tiene por responsabilidad el garantizar servicios y coberturas a la sociedad por medio de la administración pública. La política en este caso no es ni la sociedad, ni el Estado, sino la herramienta utilizada para gobernar. En su esencia esta debería ser noble, ya que por teoría el Estado provee un servicio buscando mejorar la calidad de vida de cada ciudadano. Este último, somos denominados así, ciudadanos, por la debida anulación de los privilegios de aristócratas que se creían dueños de la nación. Con la correcta anulación de dicha clase social, todos los integrantes de la sociedad son iguales en dignidad y derechos.
Pero una minoría se encargan de administrar el gran aparto estatal. Estas personas son los celadores de la organización y la seguridad social, vienen a ser lo guardianes y a la vez mayordomos del presente y futuro del pueblo.
Describir la teoría del cual viene a ser la responsabilidad estatal, nos traslada a pensar, qué, esperar hoy ese comportamiento del gobierno es una utopía, ya que vivimos en una distopía real. La mayoría de la sociedad ve al Estado como un botín servido para mejorar su propia calidad de vida. Lastimosamente la clase política ha caído en un solipsismo financiero, han perdido total sensibilidad a las necesidades y desigualdades sociales, viven sumergidos en una total antipatía ciudadana y patriótica. Como lo escribió en su polémico artículo, el diplomático Octavio Paz expreso que ¨el Estado es un ogro filantrópico¨, porque solo ayuda a los funcionarios públicos, buscan beneficios individuales en el bien público, son generosos con el dinero de los ciudadanos, y lo despilfarran en sus ostentosas maneras de vivir. Mientras un gran porcentaje de los ciudadanos no alcanzan ni el sueldo mínimo para subsistir, este sector privilegiado vive con exorbitantes sueldos, y asignaciones que ellos denominan como ¨beneficios¨. Su manera de vivir solo contribuye al fortalecimiento de las desigualdades sociales, ya que en el sector privado dichos ¨beneficios¨ son inexistentes. Como los Shakespeare escribe en una de sus novelas, ¨algo huele a podrido en Dinamarca¨. ¿Dónde queda la legitimidad de la equidad ciudadana?
Decía el personaje español de la novela A la sombra de un destino del Dr. Mateo Balmelli, ¨no hace falta que sea un devoto de la fe para darme cuenta de la injusticia¨. Y con toda naturalidad nuestros gobernantes exigen celulares de ultima generación, expulsan a los órganos encargados en supervisar la trasparencia de los partidos políticos, sindicalistas demandan privilegios con ayudas descabelladas delante de la realidad de otros compatriotas. Estas son las injusticias. El Estado es un ende filantrópico, pero solo con sus funcionarios, y no con los contribuyentes, mientras en el sector privado la realidad salarial y la carga horaria totalmente distinta, se gana menos y se trabaja más.
Es mas que claro que la política no basta, después de 34 años de dictadura, este febrero se cumplieron 31 años de democracia en Paraguay, y la corrupción sigue intacta, goza de salud y libertad. Como lo expresa Nacy Pearcey es necesaria una redención del individuo, luego de las estructuras sociales. Cambiar la cultura, y para cambiar la cultura es necesario transforma el interior del individuo. La presencia de una ética sólida, no claudicante y una moral solidaria, misericordiosa y empática son la base que hará que una sociedad viva en paz. ¿De dónde las personas puedan sacar dichas esencias necesarias? De la conciencia, no lo creo. Hace falta una revolución ética, necesitamos resucitar a la indignación, desenterrar a la vergüenza, y tener como compañero a la honestidad. La teología protestante, describe el estado corrupto del genero humano, y la regeneración del individuo interior por medio de la obra salvífica de Dios, creando una nueva humanidad, personas renovadas y renacidas en el interior. Como es el slogan de Jonh Maxwell, el cambio está en vos, y la teología dice, el poder para cambiarte esta en el evangelio. Pero la antesala al cambio es el sentimiento de vergüenza, es la indignación, es el arrepentimiento.
Hace falta un cambio, una transformación real, y perseguir la corrupción moral. Es visible en lo macro, por donde se mira es notable el elevado nivel de corrupción, pero se debe iniciar por lo micro, en la casa, en el barrio, en la ciudad y seguir creciendo. Dentro de nuestra libertad debemos decidirnos por la justicia y la verdad, por la integridad y la trasparencia, por la solidaridad y la paz, por el amor y la tolerancia. La teología cristiana enseña y demanda a naturalizar estas cosas en el ser humano para así vivir en plenitud la libertad. La libertad traerá una justicia sólida. Desplacemos toda injusticia con la justicia.
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